Aun cuando la ciencia cada vez tiene más datos empíricos sobre lo que está pasando, algunos medios de comunicación, políticos, economistas y grupos empresariales los tachan de catastrofistas.

Ese trasfondo está dado por la reciente publicación del informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, auspiciado por la ONU) -el diagnóstico para Chile, y el próximo arribo a nuestro país del ex vicepresidente de EE.UU., Al Gore, quien prosigue con su cruzada para integrar en nuestras discusiones los imperativos del calentamiento global, a objeto de asumir el problema y corregir el rumbo de la historia y el paradigma de industrialización de los siglos recientes. El tema parece lejano y gigante cuando se piensa a nivel mundial, pero es la oportunidad para repasar nuestra realidad doméstica, y defender el enfoque de la sustentabilidad para planificar nuestro desarrollo en Chile.
A pesar nuestro, aun cuando la ciencia cada vez tiene más datos empíricos sobre lo que está pasando, algunos medios de comunicación, políticos, economistas y grupos empresariales los tachan de catastrofistas, pero su persistente negación nos hace perder tiempo. A través del citado informe del Panel Intergubernamental se ha conseguido proyectar un aumento de temperaturas que podría llegar a los 4ºC en los próximos 100 años, en el escenario más severo para nuestro país. Como es de esperarse, las principales áreas afectadas por el cambio en temperaturas y de precipitación serán la agricultura y la generación eléctrica. Esto implica el desplazamiento de los ecosistemas en 100 kms. por grado de calentamiento en dirección a los polos.
La reducción del área andina capaz de almacenar nieve entre las estaciones del año provocará crecidas invernales de los ríos con cabecera andina, lo que a su vez incrementará el tamaño de las principales cuencas del país, desatando una disminución de la reserva nival de agua. El informe prevé menos precipitaciones y menor cantidad de nieve disponible, pues el punto de congelación en la Cordillera de Los Andes –conocido como isoterma- se produciría a mayor altura. Esto, sumado a ciertas actividades económicas, mediante la acumulación de polvo sobre los hielos o tronaduras, acelera el derretimiento de los 1.751 glaciares que aportan agua dulce en verano y son la única fuente de recarga de ríos, lagos y napas subterráneas en zonas áridas y períodos de sequía. De ahí la relevancia de protegerlos legalmente.
Se agudizarán los problemas de desertificación y salinización de terrenos agrícolas en la zona central, a causa del aumento del termostato terrestre y de la tasa de evaporación del suelo. Esto, trasladaría las zonas cultivables más al sur, dejando a Santiago con un clima similar al de la Región de Coquimbo.
En consecuencia, es perentorio tomar medidas y cambiar nuestra mentalidad, sea en el plano de la industria, en el Estado o en la vida hogareña. Necesitamos superar el paradigma economicista de corto plazo y pensar en qué heredaremos a generaciones futuras. Producir con Energías Renovables No Convencionales y fabricar productos que duren y que se puedan reparar es un imperativo.
A este cambio de paradigma se puede acudir desde varios puntos. La Unión Europea, por ejemplo, ya acordó que el 20% de su consumo en 2020 proceda de energía renovable, y reducir 20% de las emisiones de CO2 y que los biocombustibles lleguen al 10%. China, a su vez, quiere reducir las emisiones de dióxido de azufre desde los 13 millones de toneladas de 2005 a 5,02 millones en 2010.

Fuente: www.elmostrador.cl, jueves 12 de abril de 2007; autora: Sara Larraín, directora del programa Chile Sustentable.
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